Arthur Lee tuvo todas las de perder. Era un muchacho negro que lideraba un grupo con el estilo musical expropiado y explotado a mansalva por artistas blancos, en un momento del rock en el que la imagen importaba más que las canciones. Pero Lee no hizo de su carrera o de su música una lucha de reivindicación racial. Se dedicó a ganar espacio con un rock and roll enérgico, ampliando los límites de Los Ángeles frente al tosco y festejado avance de la irregular escena de San Francisco.
Su disco Love, lanzado en marzo de 1966, fue determinante para que el sello Elektra Records abandonara su mirada folk y se involucrara de lleno en la industria del rock and roll: Love pasó los 100.000 ejemplares vendidos, un éxito relevante para el grupo si tenemos en cuenta los cientos de bandas que firmaban contratos por aquellos años en la Costa Oeste.
La actitud ripiosa de Arthur Lee hizo que no tardaran en compararlo con Mick Jagger, pero Love tenía una fuerte dualidad entre rabiosas gemas al estilo nugget y otras dramáticas baladas pop. Además, a diferencia de The Rolling Stones, Love tuvo una carrera mucho más escueta y, por lo tanto, menos errática. Hacia noviembre del mismo año, Lee arremetió con Da Capo, obra que los despega del garaje rock unidimensional y los emparenta con los primeros esfuerzos barrocos de The Beach Boys y The Byrds. Hasta ese entonces, Arthur Lee estaba secundado por Johnny Echols y Bryan McLean en guitarra, Ken Frossi en bajo y Alban “Snoppy” Pfisterter en batería. Pero para el segundo lanzamiento, fue necesaria la adición de dos integrantes que ejecutaran las sonoridades buscadas por Lee: Tjay Cantrelli se incorporó como saxofonista y flautista, y Michael Stuart pasó a ocuparse de las baterías, dejando a Snoopy en el privilegiado lugar del clavicordio, instrumento decisivo para la obra.
Da Capo continúa con la misma lógica que el álbum homónimo, la de mechar canciones trágicamente elaboradas desde el pop con incisivas composiciones de garaje. Sin embargo, el gran logro de Arthur Lee y Love fue un año después, con el lanzamiento de Forever Changes, su obra más lograda y festejada. El disco se despide de Snoopy y de Cantrelli, pero incorpora un gran abanico de estilos sin abrazarse definitivamente a ninguno, tomando así el núcleo de cada elemento, que incluye desde cuerdas y vientos, guitarras acústicas y sonoridades flamencas y mexicanas. Arthur Lee se expone como un cantante mucho más elevado que en sus dos discos previos. Se lo nota esquivo a la idea del rock and roll y más permeable a un pop enaltecido por la acumulación de capas sonoras.
Forever Changes parece una obra insoslayable, pero fue grabada durante diversas sesiones entre junio y septiembre de 1967. Hacia el final del registro, sumaron arreglos de vientos y cuerdas, que distinguen sustancialmente a la obra y que fueron en parte interpretados por miembros de la Filarmónica de Los Ángeles y guiados por David Angel.
Paradójicamente, Alone Again Or y Old Man –basada en una composición de Sergei Prokofiev– son las únicas canciones que no firmó Arthur Lee, sino su guitarrista, Bryan McLean. Aquel inolvidable comienzo es una elocuente muestra de la lectura transversal de la psicodelia que propone el disco, al evitar el abuso tímbrico y eléctrico, y volcarse más bien en la sensibilidad acústica, lo que da un tono intimista y homogéneo.
En la época en que fue publicado, Forever Changes no alteró el curso del rock, de la psicodelia ni del llamado pop barroco. Al contrario, fue considerado uno de los tantos esfuerzos por subsistir de los grupos de mediados de los 60: se posicionó con torpeza en el puesto número 154 del Billboard 200 y apenas logró ingresar al Hot 100 con Alone Again Or en el puesto Nº 99. En Gran Bretaña la historia fue levemente distinta. El álbum encerraba una lógica mucho más cercana a la que se podía esperar de un grupo barroco inglés y tuvo una aceptación mayor, pero sin llegar a hacer un cambio sustancial.
Forever Changes se convirtió, así, en el mayor esfuerzo de Love, pero no de Arthur Lee, quien insistió con diversas formaciones sin los mismos resultados. Incluso, su amistad con Jimi Hendrix no fue suficiente para catapultarlo al lugar que probablemente mereció. Fue el tiempo el encargado de revestir a la obra de un halo misterioso y recuperarla de las sombras. Rolling Stone la ubicó en el puesto N° 40 de los mejores 500 discos de rock, al igual que fue reivindicada por publicaciones como Mojo, NME y Q Magazine. Forever Changes sirve como puerta de entrada a la evolución del pop y rock de los 60, que a través de la psicodelia pasó de ser un mero entretenimiento a una expresión artística que se valía por sí sola. Obras como la de Love evidencian ese pasaje compositivo, pero no solamente como un ejercicio de la época, sino también como una obra fundamental del rock de todos los tiempos.
La portada y sus homenajes
La icónica portada de Forever Changes fue diseñada por Bob Pepper, un artista que ilustró tanto tapas de extraños discos lanzados por Nonesuch Records, subsidiaria de Elektra, como también portadas de libros de ciencia ficción. Su estilo puede recordar lejanamente al de Roger Dean por su utilización lateral del art nouveau y las técnicas psicodélicas. Los diversos lanzamientos del álbum en vivo y reediciones hicieron que Pepper modificara el arte original para adaptarlo a las necesidades comerciales de los nuevos lanzamientos. Arthur Lee fue una de las grandes influencias de The Make Up, un grupo revivalista de Washington DC. Sound Verite (1996), su primer disco para K Records, homenajea a la icónica portada de Forever Changes. Esa no fue suficiente reivindicación: su single Free Arthur Lee incluía una pancarta pidiendo la excarcelación del cantante, que ese mismo año había sido apresado por posesión de armas.